Mitrídates el Grande Ir al contenido principal

Translation

Mitrídates el Grande

 MITRÍDATES EL GRANDE DEL PONTO



Corría el año 135 a. C, y en toda Asia un cometa atravesó el cielo. Los chinos de la Dinastía Han lo avistaron, seguidos de los habitantes de todo el Oriente mediterráneo. Este era el llamado Cometa Halley, y según una antigua y conocida profecía, el día que una luz brillante atravesara las estrellas, nacería un rey salvador que triunfaría sobre sus enemigos. Precisamente ese mismo día nació un príncipe del pequeño pero próspero Reino del Ponto, que en el futuro se jactaría de descender tanto de persas como macedonios. Este era Mithradata (enviado de Mitra) , nombre que los romanos tradujeron del persa al latín como Mitrídates, y los griegos al griego como Mitrádates. Precisamente, el cometa que apareció el día que nació fue uno de los símbolos de este rey, el mayor enemigo de Roma desde Aníbal. 



Mitrídates VI, como se ha dicho, nació alrededor del 135 a. C en la capital del Reino del Ponto, Sínope. Su padre, Mitrídates V Evergetes era el rey y previamente había luchado en el bando romano cuando el rey Atalo III de Pérgamo legó su reino a Roma y su hermano menor Andrónico se rebeló intentando erigirse rey de Pérgamo. Cuando la guerra terminó, Evergetes recibió los territorios de Frigia y el título "amigo de Roma" como recompensa por su apoyo militar. El joven Mitrídates se jactaba de su linaje macedonio-persa, por lo que buscaba similitudes en las vidas de Ciro el Grande (el fundador del Imperio Persa) y Alejandro Magno. Y lo cierto es que las había, porque ambos se dejaban el pelo largo (seguramente Mitrídates lo hacía con tal propósito), vestía como los persas pero con toques griegos, tenía un gran interés en la botánica y los venenos… De hecho, seguramente Mitrídates aprendió de los experimentos científicos del propio Alejandro, de Atalo III de Pérgamo y de su abuelo. 


Los primeros 5 años de su vida vivió con su madre Laodice, su hermano menor (también llamado Mitrídates) y sus tres hermanas. A los 5, cuando se habían sobrepasado los años de mayor peligro de muerte para el joven príncipe,

 (pues en estas épocas era común que un niño muriera en esta edad, para bajar poco a poco el peligro en los siguientes años) fue presentado a su padre. En estos años el joven Mitrídates hizo amigos como Dorilao, Diofanto, Gordio o Gayo. Sin embargo, la vida de Mitrídates VI cambió radicalmente el año 120 a. C, cuando celebró su 14 cumpleaños con un banquete, su padre, el rey, fue envenenado y murió al instante. No se sabe cuál pudo ser la sustancia ya que el Ponto era un lugar rico en plantas, animales y materiales tóxicos (una razón más para que Mitrídates aprendiera el arte del veneno). Las sospechas cayeron sobre todo en la reina Laodice, quien asumió el cargo de regente hasta la madurez de Mitrídates VI (aunque era muy posible que intentara asesinarlo a él para aupar al trono a su favorito, Mitrídates el Bueno, el hermano menor). Tras años viviendo vigilando sus espaldas, durmiendo con una daga a mano y haciendo que sus tutores probaran antes su comida, el príncipe decidió que era el momento de hacer un cambio en su vida. Y ese cambio no fue otro sino el exilio, del que después volvería como un rey. 


Mitrídates, algunos amigos y nobles jóvenes leales a él huyeron al exilio un día, sin hacer que nadie sospechara. Anteriormente, el pequeño grupo había ido "saliendo de caza", algo que gustaba mucho al propio Mitrídates, y llegando cada vez un poco más tarde, hasta que un día no volvieron a la ya nombrada capital del reino, Sínope. La modesta compañía huyó rápidamente hacia Amasya, la antigua capital del Ponto, en la que había un importante templo a Zeus/ Ahura Mazda/ Mitra, en el que el príncipe hizo su primera ofrenda, y una importante guarnición. Al instante esta última se puso bajo la órdenes de Mitrídates, igual que todas las ciudades, fuertes y castillos que visitó la pequeña comitiva real. Durante 7 años, según fuentes antiguas (actualmente se piensa que fueron 5) el grupo vivió con lo que cazaba y recogía de los regalos de los aldeanos, realmente orgullosos de la visita de su príncipe, al que algunos ya consideraban rey. Mitrídates continuó con sus investigaciones acerca de los venenos e incluso, mediante negociaciones con tribus salvajes que nominalmente estaban bajo el poder del Ponto pero que prácticamente eran independientes, logró que se unieran bajo sus estandartes y le proporcionasen valiosa información acerca de pociones, venenos, medicinas y armas biológicas en las que eran expertos.


En 115 a. C, con unos 20 años, Mitrídates volvió a Sínope con una comitiva compuesta por sus acompañantes tradicionales y aliados que se habían unido a él para presenciar personalmente su vuelta a la capital para ejercer de rey. Lo primero que hizo fue apresar a su madre y su hermano para posteriormente asesinarlos, junto con sus partidarios, para asegurarse el trono. Buscó la continuación del linaje con una princesa de ascendencia grecopersa: su hermana. En esta época, entre ciertos reinos helenísticos, tampoco era extraño que los monarcas se casaran con sus hermanas o incluso madres. Por si su hermana moría durante el parto o antes de él, Mitrídates encarceló a sus hermanas menores, todavía vírgenes, para desposarse con ellas en caso de necesidad. Roma, su natural enemiga, se encontraba en plena crisis entre las clases sociales y en guerras que permitían que el Ponto aumentara su poder sin ser tenido en cuenta. Ahora, con Mitrídates VI Eupator como rey, el Ponto entraría en su época gloriosa. 



Ya con Mitrídates en el trono póntico y centrado exclusivamente en su reino, pudo fortalecer el ejército y crear un verdadero imperio. Durante la regencia de su madre el ejército había menguado y Mitrídates contrató 6000 hoplitas griegos, unidad ciertamente anticuada, pero todavía mínimamente eficaz y con gran prestigio. Sin embargo, el rey fomentó a su vez la caballería y los carros de guerra, también anacrónicos pero de los cuales posteriormente contó con cientos de ellos entre sus filas. En 113 a. C Mitrídates y Laodice, su hermana y esposa, tuvieron su primer hijo, aunque el propio Mitrídates tenía, se calcula, tres decenas de vástagos más. 


Entre las reformas de Mitrídates, mayormente centradas en el ámbito militar, se contaban las decenas de castillos y fortalezas reconstruidas, erigidas desde cero o reforzadas. En cuanto a la formación de su imperio, en 107 a. C recibió una embajada del rey Perisades V, monarca del Reino del Bósforo, al norte del Ponto Euxino (Mar Negro). Este solicitaba ayuda al reino del Ponto para hacer frente a las invasiones de los nómadas de las estepas, los sármatas (para ser más concretos, la escisión de los llamados roxolanos) que estaban liderados por Saumacus. Aquí es cuando Mitrídates dio un golpe maestro: envió un ejército al mando de Diofanto y una flota al mando de Neoptólemo para ayudar a los cimerios. Los derrotaron y firmaron la paz y una alianza con los roxolanos, mientras que a la vez se anexionaron el reino del Bósforo tras la muerte de Perisades. En este momento es cuando Mitrídates se hace llamar Rey de Reyes, un título tradicional de la monarquía persa Aqueménida. El siguiente año, en 106 a. C los ejércitos de Mitrídates lograron someter la Cólquide. Además de esto, también se anexionó la parte occidental de Armenia y logró una beneficiosa alianza con los tracios, bastarnos y algunas tribus celtas. 


Con esto, Mitrídates controlaba gran parte del Mar Negro, controlando su comercio y enriqueciendo tanto a los piratas (aliados suyos como lo fueron de su padre) y pueblos aliados. De este modo, poco quedaba para entrar en el primer conflicto con Roma. Con un imperio fuerte ya en sus manos, Mitrídates pudo dar un largo viaje entre los territorios que controlaban Roma o sus aliados en Anatolia, para saber cómo actuar en la futura y planificada guerra contra la Urbe. En 110 a. C abandonó Sínope y visitó, sin ser reconocido, ciudades, aldeas y fortalezas de Bitinia, Capadocia, Galacia y Jonia, llegando incluso a las islas aliadas de Roma de Delos y Rodas. 


Sin embargo, cuando regresó a Sínope en 108 a. C, descubrió que su hermana y esposa Laodice había tenido un hijo, y dado que matemáticamente era imposible que fuera suyo, mandó asesinarla. Aún así, dejó que el niño creciera como un hijo más por si pudiera ser útil en el futuro, y de hecho, lo fue. En esta época Mitrídates logró una alianza con Nicomedes III de Bitinia, aliado de Roma que ansiaba su independencia. Nicomedes reforzó la confianza de Mitrídates al rechazar enviar soldado alguno a los romanos pese a la petición de Cayo Mario, que combatían contra invasores germanos en el norte de Italia tras desastres militares gravísimos. Aprovechando la debilidad de Roma, ocupada en dos frentes (contra Yugurta en el norte de África y contra los mencionados germanos), Mitrídates y Nicomedes invadieron Paflagonia. Los romanos exigieron la restauración del monarca derrocado, pero Mitrídates lo rechazó por lo que Roma optó por negociar con Nicomedes. El hasta entonces aliado de Mitrídates lo traicionó prometiendo a Roma a devolver Paflagonia a su rey, pero lo que hizo a continuación fue otro golpe maestro: rebautizó uno de sus hijos como el nombre del antiguo rey y lo aupó al trono, convirtiéndose también en dueño de Paflagonia. 

Capadocia, por el contrario, estaba gobernada por el rey Ariarates VI y la hermana mayor de Mitrídates, otra Laodice. Mitrídates tenía un amigo en la corte del reino de Capadocia, Gordio, el cual asesinó a Ariarates para lograr el control del reino con el apoyo de su hermana. Así, Laodice quedó como regente hasta la mayoría de edad de su hijo Ariarates VII. Las esperanzas del control de Capadocia se esfumaron cuando Nicomedes, rey de Bitinia y antiguo aliado del monarca póntico, invadió el reino de Laodice en 103 a. C y cuando Mitrídates intentó socorrer la, descubrió que su propia hermana se había casado con Nicomedes. Aún así, Mitrídates derrotó a Nicomedes, que huyó con Laodice a Bitinia. Ariarates VII fue puesto como rey, aunque el verdadero poder lo tenía Gordio. 


Sin embargo, el joven sobrino del rey del Ponto rechazó a Gordio y declaró la guerra a Mitrídates. Al parecer Mitrídates reclutó 80.000 infantes, 10.000 jinetes y 600 carros de guerra, aunque no harían falta puesto que el propio Mitrídates asesinó delante de ambos ejércitos al joven Ariarates. En su lugar colocó al hijo de su hermana y esposa Laodice, anteriormente asesinada por engañarlo, nombrado Ariarates IX, esta vez sí con Gordio reinando realmente. Mitrídates continuó tejiendo alianzas con Egipto, Grecia e incluso los rebeldes itálicos. Incluso se entrevistó con el romano Cayo Mario, quien le dijo "Hazte más fuertes que los romanos, y obedécelos", haciendo referencia a que la guerra estaba próxima. La propia Roma obligó a Mitrídates a abandonar Capadocia y Sila atacó incluso las tropas de Gordio, por lo que Mitrídates hubo de abandonar Capadocia. 


Tropas pónticas de élite. Obra de Ángel García Pinto


Mitrídates buscó en 96 a. C. la alianza con la Armenia de Tigranes II y en 94 logró que este atacará Capadocia, pero Tigranes continuó sus conquistas y se anexionó parte de Siria y Partia, saqueando Cilicia, Fenicia, Mesopotamia… tierras partas, enemigas naturales de Roma. Por ello, Mitrídates acordó con Tigranes que en las siguientes conquistas el Ponto se quedaría con las ciudades y territorios y Armenia con el botín y los prisioneros. En 93 a. C los generales de Tigranes, Mitras y Bagoas, invadieron Capadocia y reinstauraron en el poder a Ariarates IX. En esa época murió el monarca hostil de Bitinia, y su hijo Nicomedes IV ascendió al trono, pero antes de ello Mitrídates envió tropas al hermano y rival de Nicomedes IV, Sócrates el Bueno. Sin embargo, lo asesinó poco después para evitar una demasiado temprana guerra con Roma. 


Nicomedes debía dinero a prestamistas romanos por lo que necesitaba alguna fuente de recursos, así que, engañado por el belicoso embajador romano Aquilio, en 89 a. C saqueó los puertos del Ponto. Mitrídates supo antes del ataque las intenciones de Nicomedes, pero dejó que saqueara sus costas (tan sólo avisando a sus súbditos para que huyeran) para tener un casus belli que exponer para declarar finalmente la guerra a Roma. En ese año, Aquilio, sin solicitarlo siquiera al Senado, declaró la guerra y preparó una invasión al Ponto compuesta por tres ejércitos de 40.00 hombres cada uno al mando de Aquilio, Casio y Opio, mientras que Nicomedes contaba con 56.000 hombres. Sin embargo, Mitrídates ahora sí estaba listo para comenzar la guerra. 


Nicomedes había arrasado los campos del Ponto con sus más de 50.000 tropas, pero fue derrotado por una fuerza de alrededor de 50.000 guerreros a las órdenes de los hermanos Arquelao y Neoptólemo cerca del río Amnias en 89 a. C. Aún así, Roma todavía contaba con otros tres fuertes ejércitos de 40.000 hombres cada uno. Uno de ellos, ejército del inepto y belicoso Aquilio, fue derrotado en la batalla del monte Scorobas poco después. Pese a este duro golpe, todavía quedaba el ejército de Casio, pero este estaba perdiendo efectivos debido a las deserciones, por miedo o incluso admiración hacia Mitrídates. Por ello, Casio emprendió una rápida retirada hacia Rodas, aliada de Roma, para volver a Italia. Opio, el otro general romano, se refugió con lo que quedaba de su ejército, también diezmado por las deserciones, en la ciudad de Laodicea, pero esta se rindió y entregó al general a Mitrídates. De esta manera, Mitrídates daba un golpe sobre la mesa que hacía que los ejércitos romanos abandonaran la provincia de Asia, pero no los civiles, y convertía en gran parte de Asia Menor en aliados.


Mitrídates fue alabado por toda Asia, considerándolo un libertador, y gozó durante la mayor parte de su reinado de esa popularidad entre las clases bajas de Asia. Finalmente declaró la guerra oficialmente, puesto que la guerra la había comenzado Aquilio sin el consentimiento del Senado, y preparó sus ejércitos para "liberar " Asia y Grecia de las garras romanas. Roma, por su parte, poco podía hacer en Oriente puesto que tenía muchos problemas en Italia y en la propia capital, ya que las facciones políticas de los senadores luchaban por el poder (como lo harían hasta la caída de la república) y en Italia los rebeldes itálicos luchaban por su independencia, o en otros casos, por la ciudadanía romana. Finalmente, Aquilio fue apresado por partidarios pónticos en Éfeso y obligado a tragar oro fundido por su codicia (que es precisamente por lo que inició la guerra ilegal). 


Mitrídates, deseoso de acabar con toda presencia itálica en Anatolia, perpetró uno de los menos conocidos genocidios de la Edad Antigua. En el año 88 a. C envío a todas las ciudades de Anatolia, incluso aliadas de Roma, que asesinaran a todo itálico que encontraran, e incluso recibieron dinero por asesinar o entregar itálicos. En esa masacre, llamada las Vísperas Asiáticas, murieron entre 80.000 y 130.000 itálicos. Pese a esto, Roma no actuó inmediatamente, ya que estaba ocupada con los rebeldes itálicos en la propia Italia. A Mitrídates, en cambio, las cosas le iban a mejor: un ateniense llamado Atenión suplicó por la liberación de Grecia. Junto a esta solicitud, otras ciudades helenas prestigiosas pero ya no poderosas, como Esparta, se unieron a su bando. 


Reino de Mitrídates en 89 a.c.

Mitrídates despachó un ejército hacia la isla aliada de Roma, Rodas, famosa por su inexpugnabilidad. Haciendo honor a su fama, Rodas hizo imposible la victoria de Mitrídates y este se vio obligado a retirarse. Aún así, Atenas había reinstaurado la democracia y los ejércitos pónticos atacaron ciudades en Licia. En 87 a. C. Mitrídates envió fuertes ejércitos a Grecia, donde sus generales Arquelao y Metrófanes fueron tomando las ciudades que se oponían a ellos. Un ejército póntico avanzó a su vez a través de Tracia y Macedonia, al mando del hijo de Mitrídates, Arcatio. Tres ejércitos mitridáticos arrasaron la Grecia partidaria de Roma, hasta la llegada del hábil Lucio Cornelio Sila. Pese a la profunda crisis social de Italia y la crisis política de Roma, se logró enviar 5 legiones a Grecia. Sila quería una victoria rápida para volver a Roma y conseguir que su facción lograra el poder. Por ello, atacó el Pireo, que tomó tras duros combates, y después, gracias en parte a la traición, logró tomar Atenas (86 a. C), donde Arquelao y sus tropas no pudieron con las legiones. 


Sila continuó y logró dos victorias decisivas contra los ejércitos de Mitrídates tanto en Queronea como en Orcómenos, haciendo que Grecia volviera al dominio romano. Mitrídates perdió así numerosas tropas, a su hijo Arcatio y la esperanza de nuevos aliados. Aún así, seguía gobernando un imperio rico y poderoso. 


Con la pérdida de Grecia, Mitrídates temía que la región de Galacia, ocupada por galos desde el siglo III a. C, se rebelara contra él. Decidió tomar rehenes, pero con ello logró lo que quería evitar, pues Galacia se alió con Roma y levantó un ejército contra él. Poco después Éfeso se rebeló también contra Mitrídates, y con ella lo hicieron otras ciudades anatolias como Sardes y Esmirna. Pese a acabar con las revueltas, en 85 a. C, se enteró de que Lúculo, general de Sila que había sido enviado a Egipto y Siria para reunir una flota, había conseguido su propósito y además había derrotado en una batalla naval en Ténedos, gracias a la ayuda del general rodio que había liderado la defensa de Rodas en 87 a. C, Damágoras. 


Con estos sucesos Mitrídates decidió hacer la paz en ese momento aprovechando que Sila no exigiría tanto porque la situación en Roma no le era favorable (de hecho se había enviado un ejército de dos legiones al mando de un general de la facción popular a Grecia para quitarle el mando de sus tropas). En la llamada Paz de Dárdanos, se acordó el regreso al statu quo de 89 a. C en cuanto a los territorios, un pago del Ponto de 2.000 talentos a Roma, la liberación de prisioneros de ambos bandos y la promesa de no atacar a los partidarios de cada bando. Estas normas no fueron aceptadas por el Senado, que consideraba ilegal la paz firmada por el "enemigo de la república" Sila, ni tampoco por Mitrídates, como ya veremos. 


Tras pactar una paz mínimamente provechosa, Mitrídates y su reino conocieron un periodo de tranquilidad durante apenas dos años, puesto que el Senado Romano no había aceptado la Paz firmada por Sila. Murena, general romano a cargo de dos legiones en Anatolia supo gracias a Arquelao, un veterano general de Mitrídates que había desertado cuando temió por su seguridad, que Mitrídates preparaba la siguiente  guerra contra Roma. Así, en 83 a. C Murena atacó la parte de Capadocia en la que Mitrídates había establecido ilegalmente guarniciones y posteriormente penetró en el Ponto para volver a Galacia con el cuantioso botín sin que Mitrídates interviniera en nada. El monarca del Ponto esperaba la respuesta del Senado a la guerra ilegal comenzada por Murena. 


Tropas pónticas armadas al estilo romano. Obra de A. García Pinto.


Finalmente en 81 a. C, cuando Murena volvía a invadir el Ponto, Mitrídates ordenó presentar batalla, que ganó, para después expulsar todas las guarniciones romanas de Capadocia. Finalmente la guerra concluyó cuando Roma aceptó la propuesta de matrimonio ofrecida por Mitrídates a Ariobarzanes (rey de Capadocia), ofreciendo a su hija, a cambio de la paz. Ahora sí que Mitrídates pudo reinar en paz, experimentado con venenos y fármacos, enriqueciéndose más aún y reformando su ejército para hacer frente a Roma otra vez en la que sería la última y decisiva guerra. 


En esta guerra tomarían parte los generales Lucio Licinio Lúculo, Cneo Pompeyo Magno, Mitrídates el Grande y Tigranes el Grande, es decir, los mejores militares de la generación. 


Roma no aceptó la Paz de Dárdanos y Mitrídates hubo de buscar aliados de nuevo. Esta vez eligió aliados dentro del propio territorio romano, siendo los itálicos los primeros (pese a perder su guerra estaban descontentos) y Sertorio, el general popular refugiado en Hispania el último y más poderoso. Mitrídates decidió atacar Bitinia y derrotó estrepitosamente a los romanos, que perdieron 10.000 hombres entre muertos y apresados. En este momento es cuando entró Lucio Licinio Lúculo en acción, un capaz general pero que nunca contó con el apoyo de sus tropas. En 74 a. C llegó a Anatolia con 30.000 infantes y 2500 jinetes, para hacer frente a los más de 100.000 infantes y 15.000 jinetes que Mitrídates tenía disponible. Lúculo se puso al frente de las dos legiones que se habían amotinados contra antiguos generales enviados por Roma y que habían apoyado a rebeldes como Murena. Estas legiones se probarían, a la larga, inútiles y problemáticas. 



Lúculo invadió el Ponto y Mitrídates envió un ejército al mando de un general romano prestado por Sertorio, Marco Vario, pero dicha batalla no ocurrió por la caída de un meteorito entre ambos ejércitos. En 73 a. C Mitrídates comenzó el asedio a Cícico, que se salvo del saqueo gracias a la llegada de Lúculo, quien logró que los póntico no recibieran suministros durante meses, obligándolos a retroceder para posteriormente masacrarlos. Junto con esta derrota Mitrídates recibió la noticia de que su mayor apoyo fuera de Asia, Sertorio, había sido asesinado y su revuelta sofocada. Aún así, ahora contaba no con un aliado, pero sí una revuelta en Italia que hacía que Roma no destinara tantos recursos a la guerra contra Mitrídates. El líder de esta revuelta no era otro que el tracio Espartaco, quizá un antiguo miembro de algún tribu Tracia aliada con Mitrídates y por ello capturado. Su general Eumacos había derrotado un ejército romano en Anatolia meridional, pero aún así está primera campaña contra Lúculo fue un desastre para Mitrídates y sus objetivos. 


Mientras Mitrídates huía con su flota hacia el Ponto una tormenta diezmó su ejército y hasta se llegó a temer por la seguridad del propio monarca, que acabó rescatado por piratas, fieles aliados suyos. Sabiendo la ubicación de Mitrídates, Lúculo y su ejército avanzaron a través del Ponto, situando ciudades, pero con el único objetivo de apresar o matar a Mitrídates y terminar la guerra. Sus tropas asediaron Cabira y mientras los asediados, donde estaba Mitrídates, se encontraban cazando, la caballería romana atacó. Al final, la escaramuza se convirtió en batalla campal y sólo la llegada de Lúculo hizo que los romanos vencieran. Sin embargo, en la siguiente batalla que tuvo lugar poco después, los romanos fueron derrotados y expusieron sus líneas de suministros al enemigo. Mitrídates aprovechó para atacar con una pequeña fuerza de caballería los necesarios convoyes de suministros de los romanos, pero su oficial Menandro no se contuvo y atacó a los romanos en una posición favorable a los escoltas del convoy, por lo que resultó ser una estrepitosa derrota de los soldados del Ponto. Poco después Lúculo decidió atacar, y Mitrídates, viendo imposible vencer, acordó con su Estado Mayor retroceder organizadamente, pero las tropas se enteraron antes del aviso oficial, y pensando que Mitrídates los abandonaba saquearon las tiendas del monarca y sus generales, asesinando al leal Dorilao y obligando a Mitrídates a huir de incógnito. 


Tras ordenar asesinar a su harén y familiares residentes en el Ponto, para que evitaran sufrir la humillación de ser apresados por Lúculo, Mitrídates huyó al reino vecino, gobernado por su viejo amigo Tigranes el Grande, Armenia. En 70 a. C Lúculo comenzó el saqueo del Ponto, pero sin conocer la localización de Mitrídates, su principal objetivo. En Armenia, Tigranes aceptó a Mitrídates y le proporcionó 10.000 jinetes. Tigranes, hasta el momento casi invisible para Roma (salvo las dos ocasiones en las que invadió Capadocia, reino cliente de Roma), ahora era el centro de los ojos de Lúculo. Pese a no tener autoridad para hacer la guerra en Armenia, Lúculo dejó las dos legiones más problemáticas, las llamadas fimbrias (por ser anteriormente dirigidas por el rebelde Fimbria) en Ponto para protegerlo, mientras que él partía hacia Armenia junto con 12.000 infantes y 3.000 jinetes, una cifra casi ridícula para invadir el poderoso reino de Tigranes y para vencer sus numerosas huestes. 


Lúculo se adentró en Armenia, en principio para exigir la devolución de Mitrídates, pero con la negativa de Tigranes, los romanos se prepararon para invadir el reino. Las tropas de Lúculo se dirigieron hacia la capital de Armenia, no la antigua, Artaxata, edificada por Aníbal Barca, sino la nueva, Tigranocerta, edificada por Tigranes poco antes. Mitrídates no se encontraba con Tigranes el día de la batalla, por lo que el monarca armenio decidió atacar frontalmente a las legiones, pensando en que su superioridad numérica compensaría la menor calidad de sus tropas. Según Apiano y Plutarco, aunque están exageradas, Tigranes reunió unos 20.000 arqueros, 55.000 jinetes y más de 100.000 infantes. Pese a la inferioridad numérica y la reticencia de sus soldados, Lúculo consiguió la victoria, algo totalmente inesperado para Tigranes, que huyó vestido como un vagabundo y tirando por el camino su diadema real. Poco después llegó Mitrídates con sus 10.000 jinetes y consoló a su yerno Tigranes mientras huían hacia el norte de Armenia, atravesando las montañas. Mitrídates no pudo asaltar varias ciudades armenias o de Estados menores de la zona, y junto a esta falta de botín, y la escasa lealtad (Principalmente de las llamadas legiones Fimbrias, acantonadas en el Ponto, a las que se les ordenó acompañar a Lúculo y sus legiones contra Partia) hizo que el general romano desistiera en proseguir la campaña. 


Mientras, en Artaxata, en 69 a. C Tigranes y Mitrídates reunieron poderosos ejércitos para emprender la reconquista del Ponto y continuar la guerra contra Roma. En 68 a. C Lúculo atacó Artaxata, pero las tácticas de guerrilla de la caballería armenia hizo los romanos no avanzaran en toda la campaña. En 67 a. C, Lúculo ordenó a sus tropas atacar Nisibis, pero tras esto, sus soldados se negaron a moverse de la ciudad. Para empeorar la situación de los romanos en Asia, Mitrídates y un ejército de 80.000 soldados atacaron el Ponto, aniquilaron a las dos legiones fimbrias y retomaron el poder del antiguo reino para Mitrídates. 

Tigranes aprovechó el momento y ocupó Capadocia por tercera vez. En Roma, hartos de la situación, enviaron a un prestigioso general para relevar a Lúculo. Este era Cneo Pompeyo Magno. 


En 66 a. C Pompeyo llegó a Asia y tras felicitarse entre sí entre dientes, dejó una pequeña escolta de 1600 legionarios para proteger a Lúculo en su cuenta a Roma. Pompeyo había llegado con nada más y nada menos de 120.000 infantes y 4.000 jinetes para combatir a los piratas que atestaban el mediterráneo y que muchos de ellos apoyaban a Mitrídates desde hacía años. 


Durante las primeras fases de esta campaña, Pompeyo perseguía a Mitrídates y asediaba las ciudades en las que los póntico se refugiaban, pero Mitrídates siempre huía. En la batalla de la Luz de la Luna, 10.000 póntico acabaron muertos, pero Mitrídates otra vez logró huir. Lo poco que quedaba de su ejército se dirigió a Sinora, en la frontera con Armenia, para pedir otra vez asilo a Tigranes. Sin embargo, Tigranes, seguramente para no enfrentarse a Pompeyo, negó asilo a Mitrídates y sus 3.000 hombres por lo que éstos últimos se vieron obligados a huir hacia el reino del Bósforo, gobernado por el hijo de Mitrídates, Macares atravesando la Cólquide y el Cáucaso. 


Mitrídates pasó el invierno del 66 a. C en Dioscuríade con sus tropas pensando en cómo atravesar el Cáucaso y dónde reclutar aliados en Escitia, donde contaba con aliados desde hacía décadas. En 65 a. C, Mitrídates cruzó las montañas cuando Pompeyo llegaba a la Cólquide. Su hijo Macares se había aliado con Roma y Tigranes se había rendido. Pompeyo abandonó la persecución, quizá pensando que el viejo de Mitrídates no sobreviviría a la travesía por la montaña, y se dirigió al sur, a Siria, Fenicia y Judea, donde añadió nuevas provincias a la República. 



Cuando Mitrídates llegó a Escitia, recibió a numerosos jefes tribales que le apoyaron. Macares, al oír la próxima llegada de su padre, se suicidó en Panticapeo y el otro hijo de Mitrídates, su heredero de siempre, Farnaces, le abrió las puertas de la ciudad. Así, Mitrídates recuperaba al menos una parte de su reino. Desde allí pidió la paz, hasta dos veces, a Pompeyo en 64 a. C, pero este se negó ya que un enemigo que había asesinado tantos itálicos y había derrotado a tantos romanos no podía salir vivo de la venganza de Roma. En el Bósforo planeó una invasión a Italia, que esperaba apoyarse en los galos, itálicos y germanos, pero debido a los impuestos abusivos destinados a una guerra tan sólo buscada por Mitrídates, el pueblo del Bósforo se rebeló. Y poco después lo haría el propio hijo de Mitrídates, Farnaces, que obligó a Mitrídates a suicidarse junto con sus leales compañeros. 


Esa es la versión oficial de la muerte de Mitrídates, pero se sabe la idea de una posible huida a Escitia, de donde era su amada Hipsicratea y donde tenía muchos aliados. De todos modos, siguiendo la versión oficial, Mitrídates murió a los 72-73 años, gracias a la espada de su leal general Bituito, ya que toda su vida había evitado ser envenenado ingiriendo pequeñas cantidades de venenos, que llegado el momento de envenenarse a sí mismo, la cantidad no fue suficiente para matarlo. 


Esta es la historia de un rey que durante décadas combatió contra Roma, se declaró ferviente admirador de Ciro y Alejandro, supo gobernar con sabiduría y fue capaz, pese a numerosas derrotas, a resurgir una vez más. 


Fuente: 





Comentarios

Entradas populares de este blog

PENDA, EL PRIMER GRAN REY DE MERCIA.

  PENDA, EL PRIMER GRAN REY DE MERCIA.  Mercia, uno de los reinos que los Anglos establecieron en Inglaterra en el siglo V, fue el reino más importante de la isla hasta la época de Wessex con Alfredo el Grande, aproximadamente. Sus dos reyes más poderosos e importantes son Penda (626-654), uno de los primeros reyes de Mercia, y el último rey pagano, y Offa (757-796), descendiente de Penda. Con la muerte de Offa, se abrió un periodo decadente en la historia de Mercia, pero fue Penda quien estableció las bases del reino.  Su primera aparición en la historia es en 628, puede que como rey, o todavía no, a raíz de una alianza con Cadwallon, rey del reino britano (galés), contra el más poderoso reino de la isla en aquella época, Northumbria, gobernada por Edwin. Juntos lo derrotaron en 633 en la batalla de Hatfield Chase, matando a Edwin y dejando a Northumbria en la confusión. El nuevo rey, Oswald, tomó las riendas y derrotó a Cadwallon en 634, mientras Penda dirigía una exito...

GUERRA DE LOS BARONES

  GUERRA DE LOS BARONES Estas fueron dos conflictos armados que pusieron en pie de guerra a toda Inglaterra durante 5 años (1215-1217 y 1264-1267).   El rey de Inglaterra Juan I, que gobernaba desde 1199, había previsto una guerra contra Francia, para recuperar los territorios perdidos de Bretaña y Normandía, y mantener los territorios que controlaba en territorio galo, como Aquitania. La invasión, que se haría por dos frentes, estaba prevista para 1205, pero debido a la tensión con barones de Inglaterra, la campaña fue suspendida. En 1212 parecía todo dispuesto para emprender dicha invasión, pero nuevamente fue pospuesta por disturbios con los barones del reino. A esto se le sumó el ataque francés que dejó sin naves, y por tanto, son posibilidades para los ingleses para invadir el continente, que pasaron a ser los amenazados.    En el norte del Reino de Inglaterra, los barones seguían descontentos, y con el fracaso de la invasión a Francia de 1214, que terminó con d...

Gruffydd ap Llywelyn: Rey de los britanos.

GRUFFYD AP LLYWELYN: REY DE LOS BRITANOS      En un contexto histórico confuso y sangriento como el siglo XI galés, en el que los reyes se sucedían rápidamente, los reinos se conquistaban y usurpaban, y después se recuperaban, en cuestión de escasos años, se sucedían las invasiones vikingas, la supremacía saltaba de un reino a otro, de un gran monarca a otro… hallamos la figura de Llywelyn ap Seisyll (Llywelyn “hijo de Seisyll”) y, principalmente, la de su hijo: Gruffydd ap Llywelyn, “Rey de los Britanos” , monarca de Powys, Gwynedd y Deheubarth. Hywel de Deheubarth (942-950) en The Last Kingdom (Netflix) Hijo de Llywelyn, rey de Powys, Gwynedd y Deheubarth, alcanzó el trono de Gwynedd por sucesión tras el asesinato del rey Iago en 1039. Algunos ven probable su muerte a manos del propio Gruffydd, que simultáneamente aparece en control de Powys y Gwynedd desde entonces. Al parecer era el único heredero vivo, o reclamante del trono, de entre los descendientes de Llywelyn ap...