Claudio II el Gótico: El emperador olvidado
En plena crisis del siglo III, la anarquía militar que sufrió Roma a lo largo de 235 y 268 d. C., nos encontramos con innumerables emperadores (también autoproclamados) cuyos únicos logros fueron asesinar o derrotar a su predecesor. Fue en esta época cuando el imperio sufrió las llamadas invasiones bárbaras del siglo III. Para colmo, el imperio estaba dividido en dos partes: El llamado Imperio Galo Romano y el de Roma, además del por el momento aliado, Odenato de Palmira.
Entre toda esta amalgama de problemas internos y externos, hubo un hombre, un provinciano de Panonia o Media. Este no era otro sino Claudio, quien destacó por infligir severas derrotas a los germanos que invadieron territorio romano. A finales de 268 falleció el emperador Galieno a causa de una conspiración, y el por entonces general Claudio –asentado en Tesino– ascendió a la 'púrpura' por aclamación de la tropa que Galieno dirigía durante el asedio de Milán (donde se hallaba el usurpador Aureolo). Visitó Roma tratando de lograr el apoyo del senado, que pese a haber visto disminuido su poder con el paso de los años (desde la implantación de la monarquía en tiempo de Augusto, más de casi tres siglos atrás) todavía amasaba un gran poder económico y contaba con influencia en Italia y, sus miembros albergaban grandes ambiciones.
Derrotó a los alamanes (confederación de tribus germanas sureñas) en la batalla del Lago Benaco (Alpes) a principios del 269. No se saben los números de los ejércitos que allí chocaron, pero los alamanes no debían ser demasiado numerosos y Claudio, seguramente con apoyo del comandante de la caballería, Aureliano, los derrotó sin demasiada dificultad. Tras esta primera victoria, el nuevo emperador se dirigió a los Balcanes para enfrentarse a los godos que habían invadido Iliria y Panonia, dejando a su hermano en control del ejército en sus demás territorios. La victoria contra los godos fue clara, siendo de los 50.000 godos 30.000 asesinados o hechos prisioneros.
Así, tras expulsar a los bárbaros de su imperio y con los palmireños y los galorromanos enfrascados en sus propias crisis – Asesinato de Odenato en 268 y de Póstumo poco después –, Claudio pudo aprovechar la situación, pero no lo logró, y en parte fue el causante de la enemistad surgida con Zenobia, esposa de Odenato, que arrebató Egipto y Arabia a Roma por haber querido Claudio que el cargo de general de Odenato desapareciera con él (lo cual no carecía de lógica).
Sin embargo, lo que podría haber sido un fructífero reinado, se terminó en apenas dos años desde el ascenso de Claudio, pues una plaga traída probablemente por aquellos godos que derrotó en Naissus se cebó con su ejército y acabó con el mismo en enero de 270 mientras preparaba la defensa en respuesta a la invasión de los vándalos.
-Potter, David. Emperadores de Roma. Pasado & Presente. 2017.
-Wikipedia (fechas y números concretos)
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