Reseña de Somos Comunión
Estamos ante una de las últimas, si no la última novela acerca de las guerras carlistas –lo más adecuado en este caso sería el carlismo, como movimiento ideológico– publicadas en el mercado literario vasco. Y esta es diferente porque se aleja de los tópicos y hace protagonista a una familia vasca.
En 1872 comienza la llamada Tercera Guerra Carlista, en la cual Carlos VII trató de hacer valer, mediante las armas, su legitimidad al trono español. Sus principales apoyos aparecieron en el mundo rural vasconavarro y en “Somos Comunión” los protagonistas son precisamente unos campesinos vascos, vizcaínos, concretamente.
Los del caserío Arriaga eran una familia tradicional formada principalmente por Martín el viejo y sus cuatro vástagos: Martín el Joven, Adrián, Gracia y Leonardo. Cada uno muy diferente al otro, pero todos, de una u otra manera, conscientes de sus anhelos. Su hogar era propiedad de una familia liberal burguesa bilbaína
Bolinaga logra plasmar a la perfección el modo de vida, los temores, anhelos, intereses y pensamientos que debió tener una familia rural vasconavarra del siglo XIX: miembros de una sociedad cerrada y conservadora, tradicional y temerosa al cambio. Por ello, se muestran personajes profundamente católicos, respetuosos con lo que era la forma de vida “de siempre” y de sus antepasados, alejados del liberalismo ajeno a la personalidad vasca y con gran apego a las leyes antiguas, es decir, los fueros. Y todo ello está perfectamente expresado en la novela.
Cada hermano, fiel a su personalidad, se hará un camino alejado de los suyos que con el tiempo los reunirá irremediablemente una vez más. Por todas las tramas y subtramas descubrimos en entramado de la recién creada administración del Estado Carlista, la vida en la servidumbre de una familia burguesa, las jornadas del soldados carlista que lucha durante cuatro años por sus creencias y la mísera existencia en un caserío tradicional.
Personalmente me ha encantado. Tanto que en me la he leído en dos días (360 pags. aprox.) y me he quedado con ganas de más. Una vez lo empecé, no pude dejarlo hasta acabarlo. El estilo divertido de la narración me ha parecido simplemente genial, con ligeros toques de humor y gran sensación de cercanía –como si fueran estos hermanos quienes te lo contaran personalmente–. En definitiva, un libro para aprender y divertirse. No puedo puntuarlo con menos de un 8,5/10.
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